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La Latina

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Cali ha sido considerada como la capital mundial de la salsa, alrededor de esa categorización se han forjado muchos significados, como el de ser la ciudad donde mejor se baila salsa, donde se celebra el mejor festival de salsa: La feria de Cali, o donde están los grandes coleccionistas de salsa, claro, alrededor de estas afirmaciones también hay varias leyendas, como que a todos los caleños nos gusta la salsa o somos bailadores y que la salsa es solamente para bailar. Tengo que decir que soy de Cali, crecí en los 80’s escuchando salsa, me encanta y desde pequeño me enseñaron a bailar salsa… entro en el molde, soy del montón. Sin embargo, hay algo que sucede en esa ciudad y es lo que más extraño: se escucha salsa. Sí, hay lugares para escuchar, solo para escuchar. Es así como recuerdo La taberna latina, un bar pequeñito ubicado sobre la calle 5ª, (la misma del grupo Niche, Si por la quinta vas pasando…) al frente de la clínica san Fernando donde me pusieron mi primer yeso en el brazo derecho después de romperme cúbito y radio al caer sobre la tapia de ladrillo limpio que era la portería de futbol en el colegio Santa Librada y que quedaba muy cerquita, también sobre la calle 5ª. Taberna latina era un lugar para ir, sentarse en la barra o en la mesa con amigos, pedir algo de beber y escuchar salsa toda la noche, era un lugar para escuchar y conversar. Allí asistían personajes que no sabían bailar, que no daban ni medio paso, como “Papelillo”, mi hermano. Él fue el primero que me llevó, creo recordar o así quiero recordar. Yo estaba empezando a estudiar arquitectura en Univalle, mi hermano y yo tenemos una relación de esas que hoy en día se consideran disfuncionales, porque no nos contamos las cosas, no nos preguntamos ¿cómo te sientes?, ¿cómo estás? Sin embargo, tenemos varios espacios donde los dos nos sentimos cómodos, uno de ellos es escuchando salsa. Recuerdo que esa noche llegué con mi hermano, nos sentamos en la barra y llegado el momento me presentó a Gary Domínguez, el dueño y una de las personas que en Cali más ha contribuido a la difusión de la cultura de la sala.
—Ve Gary, te presento a mi hermanito.
—¿Otro Papelillo? —preguntó Gary y nos pasó dos fotocopias de papel que contenían todo el programa de la noche, con una reseña del artista y el listado de canciones que se escucharían, cada canción con sus respectivos créditos: Año, Compositor, vocalista, integrantes de la orquesta, título del álbum, etc. Y arriba, en un título grande, el nombre de la orquesta o del artista, esa noche asistimos a una audición del Bobby Valentín. ¿Se imaginan? ¿Toda una noche escuchando canciones del mismo artista o de la misma orquesta? Qué vaina más aburrida ¿no?… Pues esa noche descubrí una de las grandes pasiones que hay en Cali por la música salsa y es estudiar todo sobre cada agrupación, ya no solo saber las letras de las canciones y cantarlas a grito herido y al unísono en el pequeño establecimiento de quizás 50 metros cuadrados, con mesas y bancos de madera sin espaldar y las paredes de ladrillo llenas de afiches de las grandes estrellas de la música afrocaribeña sobre todo de los 60 y 70s. Recuerdo que Gary tomaba de vez en cuando un micrófono que tenía al lado del tocadiscos donde ponía la música, leía el programa, hacía las introducciones de cada noche y nos desafiaba: —¡Al primero que me diga a qué disco pertenece la siguiente canción y el año de lanzamiento le pongo un caneca de aguardiente en la mesa! —No habían pasado 4 segundos, o 5 compases de la canción, cuando alguno de los presentes respondía: —Me abandonaste. Álbum: Se la comió. Del año 67 o 68 —y agregaba—: Canta Frankie Hernández. —Jajaja, era increíble. A ello seguía un aplauso y el audaz erudito recogía su caneca en la barra para ir a compartirla con los de su mesa. Era la universidad de la salsa, la mayoría de los asistentes eran estudiantes y profesores de Univalle y de la Santiago, las universidades públicas de la ciudad. En aquel lugar circulaban preguntas como ¿cuál es la novela o el cuento de Kafka al que hace referencia Rubén Blades cuando el borracho se va tropezando y cantando desafinado?
Taberna latina fue fundada en el año 1982 por Gary. Yo tenía entonces 7 años. La primera vez que mi hermano me llevó fue en el año 93, a mis 18 años. Entiendo que la Latina cerró en el 2002, justo cuando me vine a vivir a Barcelona, en los casi 10 años que la disfruté lo hice siempre con mi hermano o con los amigos de la Universidad y del volley que son casi los mismos. Hace un tiempo, Gary fundó Casa Latina, cuando viajo a Cali de visita voy allí con mi hermano. Yo soy un bailador, del montón, él es más melómano, conocedor, y no da ni medio paso, pero allí, escuchando salsa nos encontramos.

Nota: Gracias a Nicolás Buenaventura por la corrección de estilo y John Jairo Boya por tirarme los datos precisos de la canción Me abandonaste del Bobby. Los dos son caleños, John es melómano y un gran bailador. Nicolás es cuentero y es de los que no sabe dar ni medio paso bailando.

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